Maleta con la bandera americana y varios detalles de viaje

Mi viaje a las Américas

Hoy vengo a contaros una de las experiencias más satisfactorias y de mayor crecimiento personal que viví cuando tenía 25 años. Mi viaje a Nueva York. Fue la experiencia más enriquecedora de mi vida por varios motivos. Allí conocí al “amor de mi vida” y conseguí conectar conmigo.  ¿Quieres escucharla?  

Vayamos por partes ???? 

En primer lugar…

… y creo que debido a una desagradable experiencia en mi infancia, déjame contarte que cogí mucho miedo a los perros de tamaño grande. En particular a los pastores alemanes, aunque se podría decir de manera generalizada a todos los perros de estatura superior a mis rodillas.  

Además, también contaba con el factor emocional. Me considero amante de los animales (de algunos más que de otros) y, antes de lanzarme como una “loca” a tener un animal en casa, siempre suelo pensar en los años de vida de un animal y, como por naturaleza, éstos mueren antes que el dueño, esto también hace que mi decisión de adoptar/comprar un perro (en este caso) sea muy pero que muy pensada. 

Total, que al final, después de mucho meditar y de valorar también mi situación personal por aquellos entonces, decidí conscientemente solicitar un perro guía. 

Ya el mero hecho de tramitar toda la documentación y pasar por los exhaustivos exámenes y controles médicos me hizo darme cuenta de que no era ninguna broma, que haber solicitado un perro guía era mucho más serio de lo que uno se puede imaginar en un principio. 

No obstante, y como yo soy una persona tremendamente disciplinada y excesivamente responsable, me tomé toda aquella parafernalia burocrática como parte del proceso para ir tomando consciencia de lo que supondría después convivir con un animalito de cuatro patas. 

Hasta ese momento, todo perfecto. Superadas todas las pruebas psicológicas, sociales, médicas y rehabilitadoras tendría mucho tiempo por delante para reflexionar sobre lo que aquel cambio iba a suponer en mi vida. ¡Ni me lo podría imaginar! 

La llamada

Después de un año y unos cuatro meses, recibí la llamada de la Fundación ONCE del Perro Guía (FOPG) en la que fui preguntada por mis preferencias para viajar a EEUU. ¡Aquello sonaba increíblemente bien! No solo me iría a por un perro que sería mi compañero fiel durante muuuuuchos años sino que también haría turismo, y gratis. ¿Nueva York? ¡Claro que sí! Estaba por confirmar, tendrían que cerrar grupo, pero yo había dicho que sí. 

Y así fue, al cabo de un mes recibí la llamada de confirmación. El 27 de agosto viajaría para los EEUU de América y lo haría yo sola. Al principio tuve un subidón que no te puedes ni imaginar. Después, cuando ya puse los pies sobre la tierra, comencé a hacer maletas y fui consciente de todo el tiempo que pasaría allí y de mis desplazamientos hasta Madrid, luego hasta el aeropuerto y después en Nueva York… ya la cosa cambió. 

Sentía un pellizco dentro que hizo que todas mis ilusiones se empezaran a desmoronar… Yo quería, sí, pero mi miedo acechaba fuerte. Nunca había salido sola de España ni tampoco había estado viviendo tanto tiempo en un país extraño sin más compañía que mi maleta y un bastón blanco. 

La noche antes de partir, lloré y lloré mucho. No quería marchar. Sentía que había cometido una locura. Todo eran miedos, dudas y mucha inseguridad. No quería mostrarme tan mal en casa para que mis padres no se preocuparan pero yo estaba destrozada. Ni rastro de las ganas ni la ilusión de emprender esa nueva aventura en mi vida. Pero tuve una persona que hizo que me responsabilizara de aquella decisión. Tenía que hacerlo por mí y por todos los que habían confiado aunque fuera por una vez en mi vida. 

Pasé una noche de perros, nunca mejor dicho ????, pero a la mañana siguiente, y con un nudo en el estómago como jamás había tenido, me despedí de todos y, haciendo acopio de valor y dejando a un absurdo miedo de lado, cogí el tren rumbo a Madrid. ¡Allí comenzaba mi particular aventura! 

Cuando llegué, todo fue más fácil de lo imaginado. Un señor trajeado de la FOPG me esperaba. Cogió mi maleta y, junto a otra señora catalana, nos dirigió hacia la escuela de Boadilla del Monte donde pasaríamos nuestra última noche en España antes de coger el avión rumbo hacia nuestros peluditos. 

La noche transcurrió con total normalidad. Hice una bellísima amistad con aquella señora y, desde aquel momento, nos hicimos inseparables. Después, se sumó al grupo una jovencita madrileña que también quería vivir esta experiencia. Nos levantamos temprano y nos llevaron al aeropuerto. Allí, conocimos a la persona que sería nuestro traductor y que se convirtió en una pieza fundamental de mi viaje y de mi vida ????. 

Cuando aterrizamos y puse un primer pie en la escuela neoyorquina, ¡por poco me muero! ¡Qué peste a…  perros! Llegamos tarde pero allí nos estaban esperando otro grupo de americanos que también habían viajado a por sus perros. Yo estaba cansada, mi aventura no comenzaba como yo lo había imaginado y no entendía nada de lo que hablaban aquellos guiris. 

Cené unas porciones de pizza y, en cuanto pude, me marché a mi cuarto. Necesitaba asimilar todo lo que estaba viviendo. Eran demasiadas experiencias en muy poco tiempo y me sentía desubicada. La habitación me pareció rara no, raríiiiiisima. El lavabo estaba en la habitación y el baño solo tenía ducha y wc. ¡Pero qué era eso! ¿En serio pasaría ahí los próximos 26 días? Nooooo, que alguien me sacara de ahí.

Bueno, cogiendo fuerzas y pensando que el día siguiente todo sería mejor, me di una ducha rápida y me metí en la cama. ¡Qué asco! ¡Sábanas con olor a otra persona! (Lo siento, soy muy escatológica).

Y así, con esta alegría, me metí en la cama y dormí unas 4 o 5 horas. 

¡¡Comenzaba mi aventura!! 

A partir de aquí, la cosa fue increccendo.

Cierto que los horarios de comidas y trabajo americanos nada tienen que ver con lo que yo estaba acostumbrada pero, como dije al principio, mi orden y mi disciplina hicieron que me adaptase pronto al medio. Además, la buena relación que se había creado entre Rosa, Erica, Mae y yo hacía que me fuera sintiendo como en casa con una facilidad pasmosa. 

Y llegó el maravilloso día. Ese en el que conocería a mi compañera de batalla. Esa que estaría conmigo siempre. Nos reunieron a todos juntos en una sala para darnos una pequeña descripción de los canes. “Es una labradora retriver, hembra de color amarillo, tiene 23 meses y se llama Rhonda”.

¡¿Y ya?! Ayyyyyyy por favorrrrrr. ¡¡Me moría por conocerla!! 

Y aquí comenzaba la ceremonia…

Cada alumno a su habitación a esperar su turno. La vida me puso a prueba otra vez, ¡¡fui la última en conocer a Rhonda!! Escuchaba a mis compañeras desde sus habitaciones como saludaban a sus perritos y cómo les agasajaban con mimos y cariños. Y yo allí, nerviosa perdida, volviéndome a preguntar si había hecho bien. ¿Olería mi miedo?  ¿Me mordería? ¿Le gustaría? ¿Lo haría bien? ¿Haríamos buen equipo? … 

Tachán tachán 

Se abrió la puerta y allí estaba el instructor, Mae y… mi Rhonda. ¡Dios mío! ¡Pero qué perra tan nerviosa!

Me hicieron entrega de la correa y se marcharon. Teníamos que crear unión y era la manera acordada. Ronda y yo en la habitación. La perra acababa de salir de su jaula y yo… Allí medio riendo, medio llorando. ¡No sabía dónde meterme!

La perra lo olisqueaba todo. Se movía muuuuy nerviosa. ¡Hasta subió sus patitas delanteras en la mesa escritorio! Creo que ella estaba más desorientada que yo. Pero nos lo pusimos fácil. Empecé a hablarle suave, a acariciarle y a llorarle y… creo que se compadeció de mí ????. 

Al día siguiente, hicimos nuestro primer recorrido. ¡Qué pasada! Parecía que iba volando. La velocidad de paso de Rhonda era increíblemente rápida. Encajamos a la perfección. Todos estaban alucinados y nosotras encantadas. Los días fueron pasando y nosotras nos hicimos con las calles de Manhattan, Whiteplans y todos los lugares por los que caminamos juntas.  

Gracias a Rhonda, sentí recuperar la confianza en mí, me liberé de miedos absurdos y prejuicios inútiles. Me sentía extasiada. Eran, sin duda, los mejores días de mi vida. Conseguí conectar conmigo, ser yo, disfrutar de cada momento que me brindaba la vida. Y lo hice… Lo hice a miles de kilómetros de casa, sin la protección de mis padres ni las palabras de nadie. Confié en mí, creí que sería capaz y lo logré. 

Pero, como en un cuento de hadas, el regreso a España se acercaba y, entonces, lloraba porque no quería volver. Necesitaba seguir viviendo en aquello que yo misma había creado. Pensé que si volvía, se perdería aquella magia. Descubrí que, estando bien conmigo misma y creyendo en mí y en mi valía, no necesitaba la aprobación de nadie. Conocí personas increíbles, voluntarios de la escuela que se dejaban la piel porque todos estuviéramos atendidos. Y, aprendí tantas lecciones que no quería volver a mi realidad, a la que tenía en España. Pensé que, dejando atrás aquellos idílicos momentos que yo había sido capaz de crear, todo cambiaría. 

¿Y sabes una cosa? Cuando llegué a casa, me deshice de personas que ya no necesitaba en mi vida. Rompí con situaciones que me hacían daño y comencé a pensar más en mí y en mi bienestar. Pasé unos años increíblemente buenos conmigo, no necesitaba estar con nadie simplemente por estar. Ya no necesitaba mantener una relación que ya no tenía sentido para mí…. 

Y hasta hoy, 8 años después. Aquí seguimos juntas, siendo un equipo inseparable y teniendo una unión inquebrantable. Gracias a Rhonda y a haber vivido esta experiencia, encontré mi lugar y aprendí a conectar conmigo. Mira que 2 regalos más bonitos me ha dado la vida… ???? 

Y es que, a veces, de los momentos que más teme una son de los que más aprendizaje saca. 

Desde entonces, no he vuelto a sentir nada parecido con ninguna otra experiencia de mi vida. También es cierto que fue la experiencia a la que más miedo le tenía y que estuve a punto de echar por la borda. Por eso ahora, y bajo multitud de experiencias de toda índole, cuanto más “respeto” me produce una nueva situación, más decidida voy hacia ella y con más predisposición de aprender. Sin expectativas, pero confiada 100×100 en mí. 

“Cuanto mayor sea el tiempo que le dediques a escuchar tu propia voz interior, cuanto más te detengas a observar tu reloj interno y a prestar atención a lo que dice tu corazón, mayores serán los éxitos que vas a cosechar”.

Bernardo Stamateas

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GRACIAS y ¡nos leemos! 

2 comentarios en “Mi viaje a las Américas”

  1. Merche, me ha encantado leer tu viaje hacia Rhonda. Atravesando miedos y océanos, llegaste a grandes regalos. Me ha gustado cómo lo cuentas, casi me parecía estar viéndolo como en una película. No hace falta el león de la Metro Goldwyn Mayer, tu coraje es tu rugido.
    Un abrazo muy fuerte de tu compi streaming de experto Eleva.
    Pilar

    1. ¡¡¡Hola Pilar!!! oohhhh que palabras tan bonitas 🙂 ¡muchas gracias! Me alegra leer que te ha gustado. Me encantará seguir leyendo tus comentarios. ¡Nos vemos pronto! Besos

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