Mientras redactaba este post, me sorprendí pensando en la poca bibliografía con respecto a la emoción del asco desde el coaching. Y me topé de frente con un artículo en Internet en el que decía de esta emoción que era una de las emociones más injustamente tratada.
En efecto, no solemos hablar en demasía del asco, para qué aparece y qué información nos proporciona. Mi intención es dejar claro algunas cuestiones con respecto a esta emoción. ¡Comencemos!
¿Qué es el asco?
El asco es otra de las seis emociones básicas y primarias del ser humano. Como vimos en el post sobre las emociones y su función, nos produce disgusto y aversión y aparece para rechazar aquello que tenemos delante y que, en algunas ocasiones, incluso puede poner en riesgo nuestra vida.
Su función es muy útil y beneficiosa para nuestro organismo ya que es la manera en la que asegura nuestra supervivencia protegiéndolo de la ingesta de sustancias peligrosas o contagio de enfermedades.
¿Qué nos provoca asco?
No todos los humanos sentimos asco o aversión hacia las mismas cosas, personas o circunstancias. Por eso, aquí te dejo algunos indicadores que harán que se dispare esta emoción en determinados momentos:
- La ingesta de alimentos tóxicos (ej. Una carne en mal estado).
- Influencias sociales (ej. Personas del mismo sexo besándose).
- Animales considerados “repugnantes” (ej. Gusanos, arañas, cucarachas…).
- Influencias culturales (ej. Comida de otros países).
- Sustancias malolientes (ej. Un Cuerpo en descomposición).
- Personas (ej. Individuo cuyo aspecto te repugna).
Si alguno de estos indicadores (o todos) te resuenan, piensa que tienes una necesidad por cubrir. Tu emoción del asco se activa cuando hay una parte de ti que no está siendo atendida. Observa de qué se trata y ponte “manos a la obra”.
Asco como antesala del miedo.
En ocasiones, la emoción del asco se puede confundir con la emoción del miedo. Esto es entendible porque, a veces, suelen aparecer ambas ante un determinado contexto sin llegarnos a percatar de qué emoción se trata.
¡Te pondré un ejemplo!
Imagina que tienes ante ti un alimento en mal estado. Al principio, sentirás asco, repulsión, aversión… ahora bien, si decides comértelo, la emoción que emergerá en ti será probablemente el miedo, por el riesgo de enfermar y morir.
¡No temas, solo es un ejemplo! ???? Tu emoción del asco hará que sientas aversión hacia ese alimento y te alejes de él sin ingerirlo. Recuerda que es su función, te previene ante eso que tienes delante y que es perjudicial para ti.
¿Cómo saber que la emoción que estoy sintiendo es asco?
Generalmente, y como hemos visto más arriba, asco y miedo son las dos emociones que más se suelen confundir. Para tener un conocimiento más concreto sobre cada una de ellas y poderlas diferenciar, fíjate en la fisiología que se activa en cada caso:
Cuando sentimos asco, fruncimos el ceño, levantamos una ceja y torcemos el labio. La reacción del cuerpo es la de echarse para atrás de manera instantánea, como queriéndonos alejar de aquello que nos produce aversión.
En cambio, cuando sentimos miedo, los ojos se abren y se arquean las cejas, el cuerpo se contrae y tendemos a taparnos alguna parte de la cara. Nos ponemos tensos. Aquí el cuerpo se queda bloqueado.
¿Cómo superar el asco?
Como ocurre con el resto de emociones, lo principal es identificar que se trata de asco, acogerlo sin juzgar y sentirlo tal cual aparezca.
Sigue estos pasos que ya te resultarán familiares y hazte con tu asco ????.
- Da nombre a tu emoción.
Poner nombre a aquello que sientes te hará tomar consciencia de la emoción que ha emergido. No tengas prisa. Hazlo desde una mirada limpia y penetra en el fondo de ti buscando de qué se trata.
- Desidentifícate de ella.
Tu emoción no eres tu. No te sientas arrastrado por ella. Deja fluir tu emoción. Para ello, identifica en qué parte de tu cuerpo la sientes, posa tu mano sobre ella y respira aquello que te esté pasando.
- Acepta, no rechaces.
La manera adulta y responsable de sentir tu emoción desde el amor es aceptar lo que sientes. No trates de rechazar, cuanto más lo hagas, más persistirá. Será una lucha incansable donde tú serás el único vencido. No se trata de entrar en combate. Acepta, acepta, acepta.
- Identifica qué te produce asco.
Observa qué o quién es aquello que te produce la emoción. Cuando lo tengas identificado, pregúntate si es un peligro real para ti y para tu supervivencia y qué opciones tienes para actuar frente a él.
- Agradece a tu asco.
Agradecer es el acto más humilde que te hará conectar completamente con tu emoción. Es la manera de permitirte sentir asco de una manera natural y sin juicios. Recuerda hacerlo con la mano sobre el lugar de tu cuerpo donde lo sentías.
- Actúa, ponte en acción.
Decide cómo afrontarás esa emoción de repulsa y valora las consecuencias que puede tener sobre ti. Sea cual sea la decisión que tomes, recuerda que es la correcta. Está bien. No te juzges.
«Las vivencias de odio posiblemente se apoyan en el entramado biológico de la repugnancia».
Alberto Acosta
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