El miedo es una de las seis emociones básicas y primarias inherente al ser humano. Como el resto de emociones, ésta también es útil y beneficiosa para nuestro organismo, siempre que sea bien gestionada.
Como vimos en el post sobre las emociones y su función, el miedo nos produce ansiedad, incertidumbre e inseguridad (entre otras) al actuar de una manera anticipatoria ante un peligro, sea real o imaginario y nos ayuda a protegernos.
Quizás sea la emoción más recurrente e incapacitante que sentimos y bloquea gran parte de los recursos que tenemos. Es una emoción tremendamente incómoda, que no mala.
Cuando no somos conscientes de que podemos influir sobre nuestro miedo, actuamos de tres maneras:
- Huída
- Ataque
- Defensa
¿Qué pasaría si viviéramos sin miedo?
Imagina por un momento que vas caminando por la selva y te aparece un león. ¿Qué pasaría si no tuvieras disponible esta emoción? Casi con total seguridad, tu vida terminaría en ese mismo momento. El miedo nos ayuda a reaccionar frente a un peligro, sea del tipo que sea.
Quizás este ejemplo sea el menos habitual de lo que te pueda pasar en tu día a día, pero es muy gráfico y seguro que te ayuda a entender el concepto que estamos viendo y agradeces sentir esta emoción tan poco agradable. Si no, solo tienes que pensar en ti frente a cualquier peligro de la vida. Imagina que no tienes disponible la emoción del miedo, ¿qué harías? ¿Qué sucedería inmediatamente?
El miedo es de gran utilidad, pero “mal empleado” se convierte en Miedo disfuncional ????
Recuerda que es una emoción beneficiosa y necesaria para el ser humano. Ahora bien, es cierto que resulta desagradable, ya que nos hace sentir mal y es una emoción pasiva, por que nos aleja de lo que ocurre.
¿Cómo reacciona nuestro cuerpo cuando sentimos miedo?
Algunas de las reacciones fisiológicas que se desencadenan en nuestro cuerpo como consecuencia de esta emoción son el aumento de la presión cardiaca, sudoración, dilatación de las pupilas, descenso de la temperatura corporal o el aumento de conductancia de la piel.
Pero, además de estas reacciones fisiológicas que son observables, también emergen una serie de efectos subjetivos en función a nuestra interpretación sobre el hecho en sí, como una gran sensación de malestar, preocupación y, en un gran número de ocasiones, la sensación de pérdida total del control.
¡Solo son eso, sensaciones subjetivas, no dejes que te arrastren! ????
¿Cómo superar el miedo?
Si, has leído bien. Puedes adoptar otras posturas diferentes para no verte movido por “el miedo desde el miedo”.
Existen tres factores que te ayudarán a superar el miedo cada vez que éste aparezca:
- Escucha la alarma.
Podemos decir que el miedo es una alarma, ya que, si lo sabes interpretar, te avisa sobre un posible peligro. Observa si se trata de un peligro real o imaginado y actúa.
- Identifica por qué te alerta.
Generalmente, no nos paramos a observar la razón por la que surge esta emoción y reaccionamos en lugar de responder.
Se activa como consecuencia de la falta de confianza, ya sea por miedos infundados o por la falta de control ante lo que te rodea.
- Observa qué recursos tienes para afrontar la situación.
Ser consciente de los recursos de los que dispones en ese momento, te ayudará a acoger tu miedo de una manera más sana y te permitirá afrontar la situación de una manera más beneficiosa para ti.
Cuando sentimos miedo, ¿cómo saber si es real o imaginario?
¡Fácil! Cuando sentirlo es más beneficioso que no sentirlo porque nos ayuda a adaptarnos a la situación y superar el peligro, hablamos de miedo real. En este caso, utilizamos las estrategias de huida, ataque y defensa.
En cambio, cuando sentirlo es más perjudicial que no sentirlo y cuya supervivencia no depende de él, hablamos de miedo imaginario. En este caso, podemos utilizar la “estrategia de las 7D”.
¡Toma nota! ????
- Desidentifícate de tu emoción.
Tu miedo no eres tu, sólo es una parte de ti. Observa en qué parte de tu cuerpo sientes esta emoción y lleva tu mano hacia ese lugar. Hazlo sin juicios y con plena aceptación.
- Disóciate de tu miedo.
Imagina que sacas tu miedo de ti. Ponlo frente a ti sentado en una silla y observa cómo es (tamaño, forma, textura…). Si no te resulta fácil, puedes hacerlo también dibujándolo en un papel y utilizando los lápices de colores que más lo identifiquen.
- Descubre tu emoción.
Descubre para qué está en ti ese miedo. Hazte las siguientes preguntas: ¿Qué es lo peor que me podría pasar? ¿Es real? ¿Puedo afirmar con absoluta certeza que es real? Y si pasa lo que estoy creyendo, ¿qué opciones tengo?
- Da las gracias.
Una vez descubras por qué está ahí tu miedo, y con la mano puesta sobre la parte del cuerpo donde lo sentías, da las gracias sinceras por esa información tan valiosa que te acaba de dar.
- Devuélvelo dentro.
Ahora toca devolver dentro aquello que es tuyo. Hazlo mediante la respiración. Imagina un puente entre el lugar donde está tu miedo y tu nariz y acaricia esa parte de ti a la que le estás agradecido por su protección.
- Decide cómo actuar.
En este momento, sé consciente de lo que te ocurre y decide elegir cómo actuar ante el miedo. Elige desde la libertad, no desde el automatismo.
- No dispares.
No dispares tu miedo con estrategias racionales como las comparaciones, el control, tus pensamientos, vivir en el presente, evitando no sentir y no te identifiques cuando sientas miedo.
¡Alíate con tu miedo! Tiene una información muy valiosa que darte. Escúchalo, acógelo y agradéceselo. Verás cómo tu percepción sobre esta emoción cambia ????.
“Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo cierto”
Henry Ford
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