¿Cómo te hablas?

La importancia de una buena comunicación intrapersonal.

¿Tiendes a criticar todo cuanto haces? ¿Qué te dices cuando algo no te sale según lo esperado? ¿Cómo te hablas cuando no le has contestado a tu jefe como te hubiera gustado?

Si tu respuesta ha sido “mal”, bienvenido, estás en el lugar indicado ????

Comunicación intrapersonal.

La comunicación intrapersonal, también conocida como diálogo interno, es la comunicación que se establece entre una persona y ella misma, es decir, tanto el emisor como el receptor son la misma persona. Es natural de todo ser humano y se produce de manera habitual sin que nos percatemos.

La comunicación intrapersonal incluye pensamientos y reflexiones de manera interna, ideas, sueños y pensamientos en voz alta. Generalmente, tendemos a ser muy duros con nosotros mismos, nos criticamos sin piedad y no nos permitimos explorar otras opciones. Y encima, si éstas no salen como lo esperábamos… ¡apaga y vámonos!

Sus características son:

  • Ser continua y natural. Solemos identificarnos con la voz de nuestra mente y tendemos a creer lo que nos contamos. Además, si te observas, descubrirás que son pensamientos cíclicos, es decir, que estás pensando en lo mismo de ayer y anteayer.
  • Genera emociones. La percepción de lo que nos contamos en función a cómo recibimos un hecho que se nos plantea, desencadena en nosotros una serie de emociones que nos llevarán a una manera de actuar que, muy posiblemente, acabemos castigando duramente (verbalmente hablando).
  • Pensamiento vs realidad. Está claro que la realidad que nosotros percibimos, es una interpretación de nuestra propia experiencia y de nuestros aprendizajes, por lo que solemos confundir nuestro “mapa” con el “territorio”.
  • Relaciones sociales. Somos seres sociales, necesitamos a los demás para relacionarnos. Nuestro diálogo interno dependerá de cómo nos levantemos esa mañana y de lo que nos hayamos contado en función a nuestras creencias. Esto nos hará sentir una emoción determinada y acabaremos actuando con los demás de una manera concreta.

Conflicto interno.

“Tengo un dilema. No sé qué hacer. Quiero, pero…”

¿Te suena esta frase?

Generalmente, los adultos, y hago especial hincapié en esto, porque los niños es natural que se expresen en términos absolutos, nos juzgamos en términos de “bien/mal”, “correcto/incorrecto”, “debería/no debería”.

Para evitar esta dicotomía, tendrías que haber pasado por las distintas fases de desarrollo y actuar como persona adulta y responsable que eres, aceptando y acogiendo todo cuanto te sucede. Quizás vivir instalado en esa estructura infantilizada te hace sentir cómodo, es normal, llevas toda tu vida haciéndolo. Ahora bien, si quieres hacerte cargo de lo que te pasa, ¡responsabilízate de tus actos y vive libre de juicio!

Dentro de un ser humano pueden habitar muchas voces internas, aunque en este post sólo hablaremos de:

  1. Apreciador: Juzga en POSITIVO.
  2. Saboteador: Juzga en NEGATIVO.
  3. Capitán (conciencia de observador): No juzga y tiene una conciencia total de todas las partes.

¿Cuál está más presente en tu propio diálogo?

Lo natural es que convivan éstas y muchas otras y que, para que sea sano, exista un equilibrio entre ellas.

¡Importante! no pienses que son personitas que conviven contigo. Eres tú mismo con tu propio diálogo. Y no, ¡no te has vuelto loco!

La atención en tu propio diálogo.

¿Sueles prestar atención a lo que te dices? ¿Y si te dijera que tiene mucho más peso en ti la manera en que te lo dices, que lo que te estás diciendo?

¿Te has parado a observar las palabras que utilizas para interpretar la realidad? Y es que tendemos a utilizar un lenguaje muy marcado cuando nos hablamos, y éste es determinante para representar nuestra propia realidad. ¿Acaso has probado a describir únicamente lo que percibes? Observa tu lenguaje, éste representa tu propia realidad, no la realidad. Como decía Fernando Flores: «El lenguaje crea la realidad«.

En coaching, trabajamos desde la percepción, no desde la interpretación. Por esto, te animo a que continúes leyendo y te respondas a estas preguntas:

  • ¿Haces descripciones (no percepciones)?

Son propuestas de lo que observamos. Cíñete a describir única y exclusivamente lo que ves, libre de juicios y opiniones.

Ejemplo. Yo mido 1,78cm en lugar de decir: soy alta. Ser alta o baja tendrá sentido cuando lo compare con otra persona o cosa. Daremos lugar a la interpretación según lo que cada uno entendamos por alta. ¿Sueles creerte lo que te cuentas? ¿Tiendes a describir lo que sucede a tu alrededor?

  • ¿Riges tu vida mediante declaraciones?

Es cuando le das la autoridad a otra persona. El otro puede decirte si lo has hecho bien o mal por encima de tu propio criterio subjetivo.

Ejemplo. Tu madre dice sobre ti: “eres un vago”. Aquí entraríamos a definir qué es ser vago y a indagar si tú eres vago para todo en la vida. Tu madre se acabaría dando cuenta de que no eres vago (¡fuera etiquetas!) simplemente no te gusta jugar al tenis.

  • ¿Tiendes a juzgar lo que haces?

Los juicios son opiniones y valoraciones que solemos mezclar con nuestra propia rayada. Debemos observar otros parámetros fuera del juicio. ¡Fuera “bueno/malo”, “debería/no debería”, “correcto/incorrecto”! ¿Eres capaz de generar consciencia de observador?

Ejemplo. Cuando te boicoteas diciendo que tienes tu casa abandonada. En realidad, esto es una opinión totalmente distorsionada. Si indagamos en tu día a día, veremos que trabajas 8 horas fuera de casa, que tardas un promedio de 2 horas en trayectos y que, cuando llegas a casa por la noche, estás cansado y no te apetece fregar los cacharros de la cena.

Recuerda: El juicio siempre habla de la persona que lo emite, es decir, que si alguna vez te descubres pensando “las rubias son tontas”, cuidado… Esto es una mera opinión, no es un dato objetivo. En cambio, da una información muy valiosa sobre ti. ????

El problema de que te creas tus propios juicios es que pasan a ser tu diálogo mental y te identificas con ellos. ¡La voz de tu mente no eres tú!

Tenemos dos ojos, pero solo una Visión del mundo

Susan Barry

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GRACIAS y ¡nos leemos!

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