Rosa roja con tallo largo y varias hojas en posición horizontal

Mi duelo

En esta ocasión, vengo a hablaros sobre un asunto delicado: mi propio duelo. Y he decidido hablar sobre este tema porque, a raíz de la situación que nos ha tocado vivir, muchos de nosotros hemos perdido a un ser querido. 

Te recomiendo que leas (si no lo has hecho ya) el post sobre la tristeza en el que hablamos de esta emoción tan incómoda y donde hacemos alusión (muy por encima) al tema que nos ocupa. 

Aviso que no es un asunto cómodo de leer, pero forma parte de la vida y, a través de mi propio duelo, quiero contarte humilde y abiertamente cómo he vivido yo mi último proceso de pérdida y reorganización. 

Allá voy ???? 

¿Quién no ha perdido en los últimos meses a un familiar, amigo o conocido? 

Por coronavirus o por otros motivos, muchos de nosotros hemos perdido a seres importantes de nuestras vidas. Personas a las que sentimos que no hemos podido acompañar como se merecían en sus últimos momentos, incluso pensando que “no hemos estado a la altura”.  

Y yo me pregunto: “¿qué es estar a la altura”? 

Si “estar a la altura” significa estar al lado de esa persona en los momentos dulces y complicados de su vida, en acompañarle en sus ratos de soledad, en disfrutar juntos de momentos únicos, de compartir lo tuyo para tener los dos… Entonces, permíteme decirte que sí, has estado a la altura. 

Déjame que te cuente algo… 

Hace poco más de tres meses, perdí a una de las personas más importantes de mi vida, mi abuela. Nosotras siempre estuvimos muy unidas, había una mágia especial, nos entendíamos con sólo estar una al lado de la otra. Las palabras pasaban siempre a un segundo plano. 

Hace un par de años, su salud se empezó a resentir. Ya eran 90 años con una vida muy dura y su cuerpo comenzaba a fallar. Vivió sus primeros días de ingreso hospitalario de toda su vida, más de 20. 

Pero allí estábamos toda su familia. Hijos, nuera y nietos. Yo no fallaba, aun a pesar de estar viviendo por aquellos entonces en otra ciudad. La visita al hospital era parada obligatoria. Me lo pedía el cuerpo, me lo pedía el corazón. Necesitaba estar junto a ella. 

Con el tiempo, atención y mucho cariño, mi abuela consiguió reponerse. Nunca fue la misma pero ella seguía luchando por mantenerse en pie. Seguía fregando sus platos y lavando en la pila la ropa que ella vestía.  

Al año, casi como un reloj, su cuerpo volvió a darle otro aviso. Esta vez pensé que la perdía. Estaba muy enferma. Creo que todavía no quería marcharse pero su cuerpo y su mente no respondían. Y allí otra vez, a los pies de esa cama de hospital fría, estábamos todos, su familia al completo. Era una pieza fundamental de nuestro puzzle y tenía que saberlo. 

Este año, aproximándonos a las mismas fechas de los dos años previos, su cuerpo, ya debilitado y agotado, no soportó la última sacudida y se marchó. Lo hizo tranquila, relajada y me atrevo a decir que hasta orgullosa. Orgullosa de haber formado su propia familia y haberla sacado adelante durante más de media vida ella sola.  

Aquí comenzaba otra etapa… ????


Comenzaba mi duelo, mi dolor, mi vacío. Ella ya no estaba conmigo. Las visitas diarias a su casa ya no tenían sentido. Estar en su casa ya no era igual.  

Lloré, sentí una inmensa tristeza. La quería de vuelta aquí conmigo. La necesitaba, la añoraba… La amaba. 

Los días pasaron y yo viví mi duelo. Todos respetaron mi momento. Quería estar sola, recogida en mí. Vivir ese espacio que sentía que se había transformado. Ahora todo sería distinto y necesité vivir mi duelo, sentir mi dolor y acoger mi sentir. 

Las semanas pasaron y me sorprendí sintiendo paz y plenitud. Fue algo extraño. Pero tenía la sensación de haber hecho todo lo que quise con mi abuela en vida. No sentía que la hubiera fallado, ni siquiera que tuviese algo pendiente de hacer o por decir. 

Siempre habíamos estado unidas, protegiéndonos la una a la otra. Ella, con su sabiduría y su experiencia. Yo, con mi juventud y mi frescura. ¡Éramos el tándem perfecto! Y a día de hoy, sigo extrañándola mucho.  

Hoy, ella hubiera cumplido 93 años.  He querido viajar al pueblo para visitar su tumba. En realidad, sólo ha sido un gesto simbólico, pues constantemente siento que ella me acompaña. 

Siempre he pensado que, cuando alguien muere, si uno lo mantiene vivo en su pensamiento y en su corazón, esa persona no se marchará nunca. Es cierto que algo dentro de ti se rompe, que ya nada parece tener sentido, que las cosas ya no son lo mismo sin ella pero hay que continuar con la vida ya sin esa persona

Me estuve preparando durante tiempo, sabía que su corazón se comenzaba a debilitar y, aunque hubiera dado un brazo para que ella siguiera aquí conmigo, sabía que la vida algún día terminaría para ella, como también lo hará para todos los seres a los que quiero. 

¿Y para qué te cuento todo esto? 

Simplemente para acompañarte en tu proceso de duelo. Si has perdido a alguien o conoces a alguien que lo haya perdido, seguro que mis palabras te resuenan.  

Por todos es sabido que el duelo es un proceso y que tiene diferentes etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. No todos los humanos experimentamos todas ellas. Solo permítete vivirlas y acoger tu sentir. No te sientas mal por sentir ira o tristeza, por quererte aislar un tiempo de las personas. Todo está bien. Todo tiene cabida. 

Recuerda que, todos los humanos, a lo largo de nuestras vidas, perdemos seres importantes y muy queridos, pero que cada uno vive su duelo de manera distinta (no solo por las etapas sino también por los tiempos). Y que, cuando alguien experimenta una pérdida, es momento de reorganizar su vida. De tener espacios de recogimiento y que, para aceptar lo sucedido, primero es necesario permitirnos experimentar otro tipo de emociones desagradables. 

“La felicidad es beneficiosa para el cuerpo, pero el duelo desarrolla los poderes de la mente” 

Marcel Proust 

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GRACIAS y ¡nos leemos! 

2 comentarios en “Mi duelo”

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