¡¡Seguimos con las emociones!! Esta vez le toca el turno a la tristeza. Esa emoción tan poco agradable que va acompañada de un estado de ánimo pesimista, insatisfacción personal y llanto, pero que es muy útil para nuestra supervivencia.
La tristeza nos produce pena, soledad y pesimismo (entre otras) y nos ayuda a adaptarnos, es decir, a aprender a vivir sin aquello que hemos perdido. Para saber más sobre ella, lee el post sobre las emociones y su función.
¿Cuándo aparece la tristeza?
La tristeza aparece de manera natural cuando vivimos una pérdida, del tipo que sea: un familiar, un trabajo, una pareja… O como fue mi caso, el sentido de la vista.
De ahí la importancia de saber gestionar esta emoción y aprender a aceptar la nueva situación, no resignarnos. Aparece para invitarnos a tener nuestro espacio de introspección, de “recogimiento”, de soledad… En definitiva, un espacio con uno mismo.
Cuando alguien tiene una pérdida, necesita poner orden en su vida, integrar que eso que se ha perdido ya no está y continuar hacia adelante. Por eso, solemos mostrarnos desmotivados, desganados, con poca actividad, llorosos y negativos. ¡Y todo esto es normal, siéntelo y no trates de rechazarlo!
Como veíamos en el post sobre el miedo, decíamos que era disfuncional cuando sentirlo era más perjudicial que no sentirlo. Con la tristeza ocurre algo similar, ya que cuando ésta provoca un malestar muy intenso, incluso hasta el punto de impedirnos llevar adelante nuestra vida con normalidad, podemos hablar hasta de “depresión”.
La Tristeza como mecanismo de supervivencia.
Como ocurre con el resto de las emociones, la tristeza también tiene una función útil y beneficiosa. En su caso, es la señal de que hemos topado con alguna barrera, sea interna o externa, y toca reorganizar determinados ámbitos de nuestra vida, poniendo el foco en nuestro interior o, como a mí me gusta decir, “de piel para dentro”.
Aceptación vs resignación.
Como nombraba al principio de este post, cuando experimentamos una pérdida, sea del tipo que sea, y vivimos un “duelo”, es beneficioso para nuestro organismo que aceptemos la nueva situación. Y a veces ocurre que confundimos aceptar con resignarnos y no tienen nada que ver.
¡Veamos brevemente algunas diferencias!
Cuando aceptamos los hechos, aceptamos que hay posibilidades. En cambio, cuando nos resignamos, rechazamos que haya posibilidades.
Cuando aceptamos, tenemos pensamientos posibilitadores. En cambio, cuando nos resignamos, nuestros pensamientos son juicios de imposibilidad.
Cuando aceptamos, tenemos sensación de paz, de armonía… Y cuando nos resignamos, sentimos impotencia, tristeza…
Cuando aceptamos, existe la posibilidad de innovar, crear nuevas opciones… Y cuando nos resignamos, tendemos a tener efectos corrosivos.
Cuando aceptamos, construímos el futuro desde el presente. En cambio, cuando nos resignamos, nos anclamos en el pasado, en lo que ocurrió.
Y tú, ¿aceptas o te resignas? ????
¿Cómo actuamos cuando sentimos tristeza?
Para conocer de una manera más completa cómo reacciona nuestro cuerpo ante esta emoción, lo vamos a hacer desde tres aspectos:
- Fisiológico: solemos tener sensación de cansancio y fatiga, dolores de cabeza, problemas digestivos o gástricos, problemas sexuales y trastornos del sueño.
- Cognitivo: nuestra memoria, atención, la capacidad de concentración, la pérdida de autoestima, la inferiorización o la devaluación pueden verse resentidas.
- Motórico: tendemos a mostrar apatía, falta de disfrute y desmotivación ante cualquier cosa que anteriormente nos causaba placer.
¿Cómo afrontar la Tristeza?
Y como regalo…
Aquí te dejo unos tips que te ayudarán a llevar mejor la emoción de la tristeza.
- Identifica la emoción y su origen.
Reconoce que la emoción que sientes es la tristeza y descubre aquello que te la ha generado de una manera amorosa y sin juicio. Permítete sentir la emoción, no la rechazes. ¡Tienes todo el derecho del mundo a sentirla!
- Comunica lo sucedido.
Contar lo que sientes a alguien de confianza te ayudará a soltar la pena que llevas dentro. Si no te resulta cómodo, puedes extresarlo en una carta. Vuelca sobre ella todo lo que sientas.
- Normaliza la situación.
Sentir tristeza no es malo asique no te sientas mal. A veces, hay humanos que, además de sentir esta emoción tan incómoda, encima se sienten culpables por sentir tristeza. ¡De eso nada!
- Fomenta emociones agradables.
Cuando te sientas preparado y entiendas que ya has acogido tu tristeza, entonces enfócate en aquellas tareas que aumentan tu bienestar. Puedes escuchar tu música favorita, ver esa peli que tenías pendiente…
- Haz deporte.
El ejercicio físico te ayudará a mejorar el estado anímico. Corre, baila, haz pilates… Cualquier actividad física te permitirá equilibrar los niveles de hormonas. Además, ¡te ayudará a dormir y hacer mejores digestiones!
- Evita la apatía.
Es muy frecuente que la tristeza lleve a la apatía o la desgana. Por eso, márcate pequeños objetivos que te permitan estar en contacto con tus amigos, familia… y organiza pequeñas rutinas caseras como cocinar o planchar. De esta manera, seguirás en contacto con esos pequeños placeres que te servirán de motor para avanzar.
Recuerda, la tristeza no es mala. Nos invita a parar, mirar en nuestro interior y reorganizarnos ante una pérdida.
“En el pasado tú eras lo que tenías, ahora eres lo que compartes” .
Godfried Bogaard
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