Chica con las manos hacia arriba en posición de resignación

Expectativas, mis grandes enemigas.

En esta ocasión vengo a hablaros sobre mis grandes enemigas: las expectativas. 

Si, yo, esa humana con miedos, con creencias limitantes, algo victimizada y, a veces, con una estructura infantilizada. ¡Por qué no reconocerlo!   

Todavía sigo teniendo retazos de querer controlar lo que sucede a mi alrededor, sin aceptar lo que “hay”,  con dosis de frustración y poca paciencia. La parte positiva de todo esto es que soy consciente de ello y sigo transitando mi propio proceso de crecimiento personal ????. 

Como algunos sabéis, estaba a punto de firmar la hipoteca de mi piso cuando… ¡Zás! Apareció el COVID-19 y con él unas medidas extremas de confinamiento. La actividad se paralizó y nos vimos envueltos en una nueva rutina que nos hizo a muchos reinventarnos. 

A las pocas semanas, mi empresa decidió (por el bien común) acogerse a un expediente de regulación temporal de empleo, o sea un ERTE… y otro ¡Zás! Pues aunque entendía que si no trabajaba no producía y que al no producir tampoco tenía sentido que la empresa me pagase… ¡La realidad me volvía a estropear mis planes! ????

Ahora bien, yo me considero una privilegiada por lo que mi derecho a queja aquí es simplemente para que tengáis conocimiento de cuál ha sido mi situación en el plano personal y laboral, además de haber vivido otras experiencias no previstas en mis planes iniciales.  

Unas semanas después (mucho más tarde de lo previsto según mis cuentas), nos dieron un “respiro” y nos permitieron salir (eso si, de manera autorizada) a firmar por fin la hipoteca del piso. ¡Qué gran momento! Y si, así lo fue. Todo demasiado frío y solemne pero con piso, que era al fin y al cabo nuestro objetivo. Y digo “nuestro” porque en la ecuación también está mi marido ????.

Y bien, tenemos piso.

¿Y ahora qué?

Comencé a llamar a los proveedores donde habíamos comprado los muebles, el sofá, las sillas, los baños, la cocina… En fin, todo lo que lleva una casa (que no es poco, dicho sea de paso). A contratar los suministros básicos y un montón de cosas más. 

Me encontraba ilusionada, motivada, feliz y con ganas. ¡¡Por fín nuestro sueño hecho realidad!! 

Pero como podéis imaginar todo esto lleva su tiempo, su proceso. Son cuestiones que dependen, en gran medida, de otras personas. Con una situación del país excepcional. Donde, no solo yo sino el resto del mundo, no sabíamos cómo actuar. Todas las tiendas estaban cerradas, los autónomos con miedo a posibles denuncias y  yo con ansiedad cada vez que salía de casa por si era «pillada”.  

La cuestión es que yo tenía previsto estar viviendo ya en mi piso nuevo con todo montado y todo súper bonito para el mes de abril. A lo sumo, mediados de mayo (y siendo muuuuuy generosa). Y bien… a estas alturas todavía sigo con los muebles de la casa sin poner. La cocina sin electrodomésticos y con el gas que no encuentra infraestructura en mi vivienda. Con algunas fábricas cerradas y con gente que tiene mucho miedo e incertidumbre. 

¿Imagináis cómo ha sido todo esto para mí?  

Y es que nos empeñamos en organizar, en prever y en imaginar cosas que, por más que lo hagamos una y mil veces, no dependen de nosotros. Las expectativas no son más que fuente de sufrimiento y frustración porque, aunque éstas sean realistas, pueden surgir imprevistos que hagan modificar la realidad que nosotros nos habíamos imaginado en nuestra cabezota. 

En estos casos  es imprescindible tener una mentalidad “en expansión”, con una perspectiva diferente y una consciencia profunda sobre lo que realmente depende de nosotros y lo que no. 

Lo sano sería aceptar lo que somos, lo que tenemos… Lo que es, sin más. 

Conozco pocas personas que realmente vivan su momento presente de acuerdo a cómo se presenta. Sin frustraciones inútiles ni cabreos innecesarios.  

Generalmente, los humanos tendemos a movernos entre ese espacio vanal y vacío entre lo que somos y quienes queremos ser, entre lo que tenemos y lo que queremos tener, entre lo que necesito y lo que me gustaría…. 

¿Y para qué nos contamos todo esto?  

Básicamente para tener una falsa ilusión de control que nos proporcione seguridad y certidumbre. Y, ¿acaso vivimos en un mundo seguro donde pase lo que pase tendremos el control total y absoluto de las cosas? No, permíteme decirte que no.  

Las cosas son, sin más. Habrá ocasiones en las que nos vengan mejor y otras que no. Lo importante es aceptar lo que suceda de la manera en que se presente. La clave está en pararte a reflexionar sobre cuánto puede afectarte ese cambio y si realmente tu vida depende de ello.  

Descubrirás que no y entonces te harás con “la loca de la casa” o sea tu “coco” y todo lo que te cuenta. En ese momento, habrás hecho el mayor aprendizaje de tu propio crecimiento personal y vivirás en tu centro sin que te afecte o cambie tu estado emocional aquello que sea que suceda a tu alrededor. 

“El sabio es aquel que acepta de buena gana todas las circunstancias que la vida trae consigo en cada momento”. 

Epicteto.

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GRACIAS y ¡nos leemos! 

2 comentarios en “Expectativas, mis grandes enemigas.”

  1. Me ha encantado el post y tienes toda la razón del mundo. En mi caso, en marzo ya estaba en Madrid con mi nueva habitación por alquilar y ese día tenía 3 entrevistas de trabajo. Y ahora estoy en casa acabando la tesis que de todas manera era algo que quería hacer hace mucho.
    Realmente lo comparo mucho con la meditación, cuanto más vivo en presente menos expectativas tengo. Claro que todos tenemos planes y nos organizamos, pero si luego no salen lo bueno es aceptar y seguir adelante, ser flexibles y adaptarnos a los cambios ???? a lo externo, lo que no depende de nosotros

    1. ¡Hola Stefi! En primer lugar, muchas gracias por dejar tu comentario 🙂 ME alegro que te haya gustado. Efectivamente, lo mejor que podemos hacer en estos casos cuando las expectativas no se ajustan a la realidad es aceptar lo que sucede de la forma en que lo hace. ¡Me encantará seguirte leyendo! GRACIAS. un saludo.

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